Todo lo que se lea aquí son trocitos de realidad con grandes porciones de ficción. Esa receta con la que cocinamos nuestros mundos.
Ficciones que relatan la vida en las cloacas. Una aportación individual de un expolio colectivo.
Más de una vez me habían dicho que tenía que escribir ese conocimiento fragmentado que tenía del barrio, de sus cloacas y de las pelusillas que se quedan pegadas en las esquina y que determinan su paisaje social.
Y más de una vez pensé que no tenía sentido almacenar todo ese conocimiento en la cabeza. Seguramente, sí, me ayudaba a confirgurarme un mapa de La Barceloneta que me permitía pensar de manera incisiva cómo intervenir políticamente. Y sí, seguramente también me hacía vivir maś atrapada en ese micromundo de relaciones humanas que a veces tanto me asfixiaba.
Nos desalojaron como un claro castigo por la lucha contra el plan de los ascesores. Emilia lo afirmaba así, a mí me costó creerlo en un primer momento. Magnificaciones de micromundo. Un tal Julián que hacía las veces de maestro titiritero en un barrio lleno de marionetas a su merced. El cuadro que se dibujaba con las explicaciones y la rumología de barrio se parecía demasiado a una viñeta de Forges o Quino, con los mandamases sentados detrás de una mesa, gordos, puro en mano y risa maquiavélica. El mundo es más complejo. Y efectivamente se demostró más complejo: el desalojo era también parte de una lucha de poder dentro de la Conselleria d’interior, entre la cúpula policial (cercana, decían, al PSC) y la cúpula política (EUiA-ICV), venía alimentado por una imaginario colectivo, propiciado por un sistema judicial caduco, ayudado por el hecho de que Woody Allen viniera a filmar la semana siguiente al Passeig y nuestra kasa molestase estéticamente… etc. La realidad siempre es más compleja, pero a veces te da claves para interpretarla.
Al poco de nuestro desalojo y del derribo del edificio, un grupo mayoritariamente de hombres de origen magrebí se instaló en el edificio del Siglo XX. Aparentemente no tenía por qué haber relación entre nuestro desalojo y los nuevos inquilinos del Siglo XX. El rumor se encargó de hacernos ver la conexión: ante nuestro desalojo, los propietarios del Siglo XX habían buscado a estos nuevos inquilinos, pagándoles o proporcionándoles un sitio en el que estar gratuitamente para evitar que fuera okupado por nosotros. Vecinos y okupas, amistades peligrosas, ¿para quién?.
No llevaron a cabo la misma operación en el edificio de la Marina (Joan de Borbó 43), tal vez por falta de previsión, por falta de capacidad, o porque el Siglo XX tenía más implicaciones. Quién sabe.
Al cabo de unos años, empezamos una campaña para recuperar el edificio para el barrio. Esto suposo tener que estar atentas a todo lo que hacía referencia a él. A su pasado, a sus cloacas, a sus secretos, a sus rumores, a sus pretendientes y los planes de futuro de estos. Los rumores siempre son los que más saben, por eso nunca hay que fiarse de ellos hasta que están contrastados.
Lo poco que sabemos es que la cooperativa extinguió su actividad hacia finales de los años 80 o principios de los 90. Sobre su actividad durante el franquismo sabemos poco, y ahora mismo no es lo que nos ocupa. Se disuelve en 2009. disolucion_s_XX
Un día, mientras miraba la puerta del siglo XX, de tan fácil acceso, se me acercó un rumor aburrido. Era domingo por la mañana y ni él, ni yo teníamos nada mejor que hacer: parece ser que sobre la cooperativa, en sus últimos años, pesaba un embargo. Tenía una deuda con el Ayuntamiento por un valor de entre 12.000 y 15.000 euros. Ya se sabe, a los rumores, a veces les falla la memoria, otras, les puede el principio de exageración, y muchas, hablan por hablar.
Los actuales propietarios habían pagado esa deuda y así se habían quedado con el edificio.
Como siempre pasa cuando tomas café con los rumores, estuve absorta en la conversación; al llegar a casa, intenté explicárselos a mi compañero de piso (por aquel entonces, una gatito europeo de cuatro meses que ahora ya tiene cuatro años), y su mirada escéptica iba apuntando los ahugeros negros del relato. “llegan unos, pagan la deuda, y se quedan con el edificio, claro, claro.”
Más tarde nos explicaron que la ley de cooperativas no permite que el patrimonio cooperativo pase a manos privadas. Si una cooperativa se extingue, su patrimonio pasa a la federación de cooperativas.
Salvo una excepción: que una asamblea universal de socios apruebe ese paso a manos privadas. Aquí tenemos la versión oficial:
http://www.gencat.cat/diari/4732/06263137.htm
Aquí, la versión oral de una asistente a la asamblea universal (la cual manifestó desconocer la versión oficial, extrañas ignorancias de las personas estafada, no, afectadas):
“nos reunieron en la administración Barceloneta [...] nos dijeron que la cooperativa ya no funcionaba (eso lo sabíamos), y que el edificio no tenía dueño [1]. Éramos cuatro viejos en la reunión. Nos explicaron que como el edificio no tenía dueño, pero sí una deuda, que tendríamos que pagarla nosotros. Pero para evitar que eso pasara, ellos se quedaban con el edificio y pagaban la deuda. Después pondrían el edificio a disposición del barrio. Dijimos que sí y lleva más de 15 años vacío”.
Por si a algún espabilado lector de este post se le ocurre la consabida idea de proponer que se mire en el Registro de la Propiedad, se le avisa: que parece ser que no es obligatorio registrar las propiedades en el registro de la propiedad. Y que, por lo tanto, la propiedad del edificio no ha sido renovada desde su primer registro en 1948; y así pues, según dicha instancia, el edificio es propiedad de la SCCL Obrera Popular el Siglo XX; a pesar de que ésta no exista. El propietario de un inmueble no tiene por qué tener equivalente real en el mundo físico, y a veces, tampoco en el fiscal.
Pensándolo bien, me doy cuenta de que la “ocupación” del Siglo XX es la que más ha durado en el barrio. Para que luego digan que los desalojos no son políticos. La famosa fábula de la separación de poderes.
Mientras tanto, más de un vecino se nos había acercado a darnos apoyo en el campaña al más puro estilo Barceloneta: “está muy bien y tenéis toda la razón, claro que yo no lo puedo decir en voz alta, porque sois vosotros, y yo trabajo en… y tú ya sabes [mi amor]” O no sé, pero hace años que dejó de importarme.
Hace unas semanas fui a hacer un quinto a uno de los bares canallas del barrio. Uno de esos a los que ya les he cogido confianza suficiente como para ir sabiendo que nadie pretenderá seriamente pasar la noche conmigo. Lo cual no quiere decir que no se intente. Y lo intentaron: un Rumor conocido insistió en invitarme e intentó [2], porque es un rumor astuto, seducirme dándome pequeñas porciones de información. Según recordaba su memoria, había llegado a sus oídos hace años que la mujer de uno de los actuales propietarios, Paca Quiñonero (por qué no poner el nombre, esto es un cuento LaPacaVaAlPle ) había dado un paseo el mismo día de la asamblea universal con un amigo de mi Rumor. En ese paseo, no falta de megalomanía, había elogiado el altruísmo de su marido (Julián García, reconocido estibador, y renegado empresario, por resumir), quien:
el mismo día de la asamblea universal se había hecho socio de la cooperativa, con el único fin de librar de las deudas a los pobres viejos que aun pagaban su cuota de socios, y con la motivación última de tornarle ese edificio al barrio.
Suponemos que se le olvidó añadir “cuando fuera necesario”, y aun está esperando el momento propicio, 15 años no son nada en la historia de la tierra.
Mi Rumor me regaló seis quilos de pescado, y me insistió en que buscara el acta original de la asamblea universal [en los próximos relatos "asamblea legendaria"].
Me empaché de pescado y, por suerte, dormí sola esa noche.
Soñé con el edificio. La Barceloneta es un barrio pequeño, en los últimos años en el punto de mira de muchas empresas internacionales; pero durante muchos años a disposición de ser explotada solo por los que se conoce en el barrio como “poderes fácticos”, y que a mí me gusta denominar con terminología waltdisneyaiana “los malos” o “el lado oscuro”.
En mi sueño había unos personajes: Julián, el Cánovas (entrañable abuelito que fue camisa gris durante el franquismo, una de las fuerza y memorias vivas del barrio que ha olvidado su pasado fascista[3]), el Vilches (éste aparecía siempre desdibujado, desenfocado, como un figurante), Villalta (a este no pude verle la cara durante todo el sueño), y Jaime Torres. Un personaje que despertó mi curiosidad, tanto que me desvelé.
No conseguí recordar el resto del sueño, y el mejor remedio contra el insominio son los planes urbanísticos. El PERI del 86 califica el terreno como equipamiento.
Me quedé dormida antes de llegar a leer que en 2005 el PSC hizo una jugada maestra, que le mereció un balón de oro en el mundo del pelotazo: los hoteles pasaron a ser calificados como equipamientos. Y gooooooool. [4]
Unos años antes, cuando empezamos a reivindicar públicamente que el edificio tenía que ser de y para el barrio, una web desató un rumor:
En el edificio iban a construir una mezquita. Perseguimos al rumor por el barrio, no era para menos, jugaba vilmente con los incipientes brotes de racismo que había esparcidos por el barrio: se escondió en la administración Barceloneta. No lo vimos salir.
El sentido común de maruja de barrio me explicó que el rumor tenía una razón de ser: nuestra reivindicación era legítima, y sería “popularmente” aceptada. Pero resultaba “poderosamente” inaceptable para el poder. Sí, ese que también tiene nombres y apellidos, tales como Carles Martí (o “el hooligan”), Jordi Valls (la marioneta portuaria), Artur Mas (un viejo conocido de Julián), Jordi Pujol (un entrañable enanito con mucha visión de futuro y poca de justicia), assumpta Escarp (la astuta sargento) o Itziar gonzález “la cándida” (no por los hongos, sino por la ingenuidad). Por tanto, era mejor dejar suelto un rumor por el barrio que sembrara el “miedo”, de manera que ante cualquier propuesta de realizar una intervención (fuera cual fuera) en el edificio, habría aceptación popular.
Pero nosotras éramos mujeres: nos armamos de palos y efectividad y le rompimos las piernas al rumor. De un solo golpe. No volvió a aparecer por el barrio.
<work in progress> este cuento se editará, se cambiará, se desmentirá, se confirmará, señalará, se borrará; y lo único que tiene de cierto es que se acabará dentro del edificio del Siglo XX
[1] la asamblea parece ser que se trasladó a un espacio tiempo en el que no existía el capitalismo, la burbuja inmobiliaria desempeñaba el mismo papel que el hombre del saco, y la propiedad privada se estudiaba en los libros de historia como la “fase oscura de la Humanidad”
[2] próximamente, cuando el tiempo haya dado paso a la ficción, un relato sobre esa noche, y ese bar
[3] En este relato de ficción, el hombre que aparece en el sueño era “camisa azul”, no gris; porque la ficción altera la tabla cromática…
[4] el partido, en contra de lo que creen ellos y sus sucesores, no ha terminado.
obrera popular segle xx, s.c.c.l
Obrera popular el Siglo XX